lunes, 9 de junio de 2014

Capítulo 4: Lost in the streets of Madrid.







Abrí mis ojos con pesadez y me destapé desganada. Pequeños rayos de sol se colaban entre los agujeritos de la persiana. Bostecé y estiré mis entumecidos músculos. Miré el reloj de mi muñeca. Las diez menos diez. Era pronto. Miré durante unos segundos hacia el techo. Silencio. Dulce, adorado y aclamado silencio. Hacia años que despertaba y la casa estaba en silencio. Cuando de repente un taladro empieza a sonar en la pared de al lado. Penetrando el infernal sonido en mis preciados tímpanos. ¡Su puta madre!, demasiado perfecto empezaba ha ser ya. Me levanté de la cama con un pesado suspiro. Abrí mi armario y lo miré casi sin pestañear durante unos instantes. Rebusqué entre las prendas de ropa, sin saber lo que mi cuerpo vestiría hoy. Me decidí por un cómodo conjunto.







Arrastrando los pies y con una pereza infinita, mi dirigí hacia el baño. El taladro seguía agujereando la pared, y mi cerebro. Respiré profundo un par de veces, sabía que mi paciencia se agotaría en breves y entraría allí y le metería el jodido taladro por el culo. ¡Y encendido! De nuevo, respiré profundo y me adentré en el baño mordiéndome la lengua resignada. Encendí el agua caliente mientras me desprendía de mi caluroso pijama, mi frente y cabello estaban empapados por el sudor, y el pijama húmedo por diferentes partes. Hoy tenía que ir a buscar trabajo y comprar ropa. Ya desnuda, me metí en la ducha y con los ojos cerrados, me sumí en mi mundo. No pensaba, tenía la mente en blanco mientras la caliente agua se deslizaba por mi desnudo cuerpo. Cuando de repente, vuelvo a la Tierra por un sonido de abrir y cerrar una puerta. No le di mucha importancia, pues seguro será el imbécil de mi hermanastro en otra habitación. Di un suspiro silencioso y empecé a enjabonarme el cuerpo. Cuando de repente una mano abre la cortina de par en par. 

-¡La hostia!-gritó Rubén tapándose los ojos- 
-Tú...-quedé sin palabras, en blanco, muerta de la vergüenza- ¡eres gilipollas!-grité en un intento de esconder mi vergüenza. En un movimiento rápido, tapé mis pechos y vagina y miré desafiante a Rubén- 
-¡Lo siento, lo siento!-gritó éste cerrando la cortina a la par que tapaba sus ojos con su mano libre- 

De nuevo, el mismo sonido, el abrir y cerrar una puerta. Algo más tranquila, e intentando que los latidos de mi corazón volvieran ha su cauce, suspiré profundamente. Creo que este chico no sabe lo que es llamar a la puerta, menudo retraso mental que tiene, la leche. Si antes no quería ni mirarle a la cara, ahora, muchísimo menos, estaba deseosa de salir de esa casa, mi vida solo consta en querer escapar de los lugares en los que vivo, y ser libre, ¿tan difícil era conseguir eso? La preciada libertad que llevo deseando desde que era un espermatozoide y vivía feliz en los testículos de mi padre. Está claro que lo que merece la pena, cuesta su sacrificio, pero, ¿qué precio debía pagar por la libertad? ¿convivir con un gilipollas? ¿volver a Noruega? ¿escapar sin decir nada a nadie?, no, esa no era la solución, eso estaba claro, pues la reprimenda si me atrapaban seria mucho mayor, y eso, no me interesa. Finalmente, terminé con mi ducha, salí de esta enrollada con una toalla azul marino y me vestí tranquila sin apartar la mirada del pomo de la puerta, estaba al acecho, por si volvía a pasar lo mismo. 
Terminé de vestirme y me maquillé. 



Salí del baño para dirigirme a mi habitación y coger mi móvil. Doce Whatsapps. Lo abrí y miré detenidamente lo que Arthur me había escrito. Arthur, mi ex. La rata de cloaca que transformó mi corazón en frío hielo. 

Arthur: Hola, ____(tn), me he enterado que te has ido a España con tu hermanastro, espero que te vaya todo muy bien y seas muy feliz :), quería decirte que... te echo de menos, cariño, echo de menos todo de ti... espero poder hablar contigo... 

Espera, espera, ¿qué?, ahora, esa escoria humana, me venía diciendo que me echa de menos y llamándome cariño. Ha pasado un año, será gilipollas, el mierdas éste. Llena de rabia, cerré el Whatsapp sin tan solo mirar los demás mensajes, metí mi móvil en el bolsillo delantero de mi pantalón, cogí dinero, y salí de mi habitación lo más silenciosa que pude. 

-¡Oye!-escuché la fina voz de mi hermanastro a mis espaldas. Me giré sobre mis talones, y le miré a los ojos sin gesticular ni un poco los músculos de mi cara- ¿dónde vas? 
-Ha buscar trabajo-respondí seria y fría, como de costumbre- 
-Oh, de acuerdo-dijo rascando su nuca- si te pierdes, llámame. 
-Esa es la idea, Rubén-dije mirando su cara fijamente- perderme. 

Y sin dejar que responda, salí del piso y bajé escaleras a bajo dando pequeños saltitos. Abrí el portal y el sol y el calor chocó en mi cara. Entre cerré los ojos, la luz solar era fuerte. Y comencé a caminar. Mi aventura en Madrid, tan solo acababa de empezar. 


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